viernes, 9 de septiembre de 2011

Modorra estival

(ACTO 1: se ve, sobre una mesa de roble, vieja pero siempre fuerte, una pequeña bola de cristal. Puede que sea un souvenir, o un recuerdo familiar de mediados de siglo. En su interior, una villa de la toscana italiana, o quizá francesa, con sus caminos culminados por idílicas vallas de madera descorchada, situada cerca del mar. )


"Los últimos vestigios del verano, las últimas luces.
Los viajes en bicicleta con los vestidos de flores a traves de los caminajos de la campiña.
Las estrellas y sus sueños de azahar.
Los naranjos en flor.
Los nuevos frutos y su recolecta.
Las noches de Shakespeare y fotografía,
de carreras bajo la lluvia mojada, bajo la lluvia húmeda y cálida,
de infancia y asombro, de bochorno y olvido,
de abandono placentero y sonrisa fácil...

A veces, en los veranos de novela y ensueño con fuerte aroma a casa familiar toscanesca, el universo del propio individuo parece quedar atrapado - aunque jamás se sentirá más libre- en una bola de cristal cuyo interior habitan la purpurina y el confeti deleitándonos con sus bailes acuáticos.
La crisis económica que pagan aquéllos que no la causaron, las injustas reformas constitucionales, las hipócritas fachadas de los partidos políticos, la desmesuradamente errónea distribución de la riqueza, la democracia utópica, la decadencia de los servicios públicos en deferencia de los privados, el avance y crecimiento del poder que posee el mercado, el calentamiento global, la trata de blancas, los miles de niños esclavizados por las marcas que día a día se consumen sin tregua - y todo el etc. -, parecen quedar en una nebulosa incierta, como si, a modo de un mimo que palpa la realidad a través de su cristal imaginario, el período estival nos diese una visión opaca de lo que no sea lo inmediato, puramente banal y cercano.

Pero, ¿en qué se quedaría si no la propia felicidad? ¿Que hacer ante una sociedad cada vez más catastrófica, decrépita y enferma? ¿La resiganción y la pasividad veraniega aplicada al día a día, o la lucha incesante vacía de esperanza desde el primer momento? ¿Realmente es tan dicotómica la situación?

NO. YA BASTA. Quiero bajarme del carro. Si el mundo sigue así yo quiero dejar de seguir girando. Señores, me cansan tremendamente.
Su afán por el dinero y el poder, o su actitud tan jodidamente apolítica.
¿Qué quieren que les diga?
Hace tiempo, cuando les comentaba que mis razones para redactar mi anterior misiva se asemejaban más a las de un pulpo en un garaje que otra cosa, me equivocaba.
Sencillamente, es una forma más de exigir ese cambio que no llega.
No se trata de decidir entre capitalismo o comunismo. Entre izquierda o derecha, entre una economía de libre-mercado o un modelo que apueste más por el proeccionismo.
No.
Dicen que el ser humano - esa categoría que quizá muchos de ustedes aún no han alcanzado- evoluciona. Evoluciona con el paso del tiempo y de los años. A mejor.
Y, si bien es cierto que la situación actual no es comparable a la de décadas o siglos anteriores, hemos llegado a un punto sin retorno. Y si han sido capaces de generar necesidades que en ningún caso son inherentes a la existencia del ser humano, de perder la naturalidad, de convertir el siglo XXI en algo puramente artificial, parasitario, estoy segura de que son más que capaces de estrujarse sus minúsculas nueces para, de una vez por todas, y sobre todo, entre todos, dejar de debatir sobre qué es lo menos malo entre todos los sistemas habidos, y crear los sistemas por haber...

Pero todo ello, aún, choca contra mi burbuja.
Desde el borde del cristal de mi universo, veo la tormenta que acecha.
Pero aún no ha llegado el momento.
Aquí, en mi mente y alma, seguimos cerrados por vacaciones.
El sol, las moras, la mermelada recién hecha,
los baños en el mar, las olas y el viento,
el sexo mañanero y el olor a café recién hecho empañan tanto los contornos de la bola que hacen, aún, todo lo demás invisible.

Ah, un poquito más, sólo quiero dormir un poquito más... "




"Quiero hacer contigo, lo que la primavera hace con los cerezos" - Pablo Neruda.