domingo, 28 de octubre de 2012

Tras el velo

La luz entraba por la ventana como un espejismo. Cual esperanza, cual primer amor. Entre aquellas flores marchitas ya no quedaba más que la pena, la pena y la pena que NO nos llevamos de viaje. Y sin embargo la luz, la luz por la ventana que nos trajo ritmos de salsa, rumba y habaneras. Y sin embargo el veneno en vena, el veneno en vena de ese dulce sabor, de ese dulce sabor que envenena en vena, como la luz y el baile, por la ventana, y aquel sabor, de salsa rumba y habaneras.
Y a veces me pregunto, ya de noche y a oscuras, si la luz no fue lo que nos hizo ver que la vida, la vida infinita que todo lo abarca nos pertenece, en ese fragmento en el que la cortina, el velo, se mueve, se ondula, vibra casi imperceptiblemente, en ese instante en el que entreveo la forma, desvelo la noche, vislumbro la figura que se esconde. Y la luz de la ventana como un espejismo. Y tus ojos. Cual esperanza, cual primer amor.
No siempre tocamos el humo con los dedos, el humo... con los dedos. Ese humo que somos, y se cuela, por la ventana, en el instante, en la forma, en nosotros. El humo que vuela, que viaja, que fluye, que escapa. El humo que mando, como mensajero, a que se lleve lejos esa pena, y traiga consigo ese sabor, ese sabor que se cuela en el paladar y se queda, ese sabor de salsa, rumba y habaneras.
Como un recuerdo, la luz entraba por la ventana. Y tu cuerpo desnudo, tras la cortina.


Cual esperanza, cual primer amor.

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