Los negros tocaban un ritmo lento y pegadizo en una pequeña tarima fuera del bar verde de la esquina. Y Elisa los miraba, allí de pie, plantada en la calle con su vestido blanco de flores, dejándose hipnotizar por aquel ritmo latino, lento y seductor, que le traía aromas de infancia, de su primer amor, de aquello años... Y el naranja inundaba la calle; y la calle inundaba a Elisa; Y Elisa, allí en naranja, sólo sentía el chan-chan, el recuerdo, y un calor sofocante que se la llevaba, poco a poco...
sábado, 7 de septiembre de 2013
Y Elisa, allí en naranja
Y aquel final de verano de 1930 estuvo impregnado de recuerdos luz naranja. Recuerdos que se le cruzaban a Elisa como flashes en aquella ciudad infestada por el calor sofocante de agosto.
Los negros tocaban un ritmo lento y pegadizo en una pequeña tarima fuera del bar verde de la esquina. Y Elisa los miraba, allí de pie, plantada en la calle con su vestido blanco de flores, dejándose hipnotizar por aquel ritmo latino, lento y seductor, que le traía aromas de infancia, de su primer amor, de aquello años... Y el naranja inundaba la calle; y la calle inundaba a Elisa; Y Elisa, allí en naranja, sólo sentía el chan-chan, el recuerdo, y un calor sofocante que se la llevaba, poco a poco...
Los negros tocaban un ritmo lento y pegadizo en una pequeña tarima fuera del bar verde de la esquina. Y Elisa los miraba, allí de pie, plantada en la calle con su vestido blanco de flores, dejándose hipnotizar por aquel ritmo latino, lento y seductor, que le traía aromas de infancia, de su primer amor, de aquello años... Y el naranja inundaba la calle; y la calle inundaba a Elisa; Y Elisa, allí en naranja, sólo sentía el chan-chan, el recuerdo, y un calor sofocante que se la llevaba, poco a poco...
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