Es a veces un mirar,
un descubrirse.
Un conocer, que todo aquello que fue puede volverse de pronto para mostrarte la identidad de lo incoloro.
Y puede gritar,
así,
insertado en el monólogo interior de un lunes por la tarde,
que las golondrinas ya han llegado desde África.
Y fíjate.
Es a veces un mirar,
un descubrirse.
Yo no era aquella que se representaba en el subconsciente de los escaparates,
de un color violáceo como las nubes.
Y sin embargo son ahora los espejos retrovisores del escarabajo aparcado en la esquina los que devuelven el brillo de todo un pasado glorioso.
Quién te lo diría, a ti. A ti precisamente.
A ti vestido largo de amapolas, a ti ensoñación y encuentro.
Es a veces un mirar,
un descubrirse.
Para asimilar, con gusto, que todo sigue allí.
Allí donde lo dejaste la última vez...
Tan sólo un mirar,
un descubrirse.
.
Amaia Miranda
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