A veces,
me quedo desnuda en los cantos;
las alondras rien
y una voz resuena desde lejos.
A veces
me golpea el presente
como ola devastadora
y no queda risa ni voz
pero el desnudo persiste.
A veces
me deshago en pequeñeces
y el derretirse es deporte de riesgo.
No quedan, en ningún caso,
ni mares
ni pájaros
ni fuertes indestructibles.
Otras veces, sencillamente desaparezco.
Es llegar el viernes y cogerle el gusto.
viernes, 9 de enero de 2015
jueves, 8 de enero de 2015
adivina
Cuanto más te conozca, menos te diré.
Si te acercas mucho me iré alejando, como se aleja un gato.
Y me esconderé, en las paredes y los templos,
como se esconde el sonido en el nombre del silencio.
Si te acercas mucho me iré alejando, como se aleja un gato.
Y me esconderé, en las paredes y los templos,
como se esconde el sonido en el nombre del silencio.
viernes, 2 de enero de 2015
La declaración
La imagen es un farolillo rojo sobre el agua.
Rojo sobre el agua.
La imagen con la que sueño cada vez.
Me despierto y todo es sangre
y no puedo borrar la quietud poética
del rojo sobre el agua
de la luz expandiéndose en hexágonos declamatorios.
Del rojo sobre el agua.
La imagen es siempre la misma
y se repite, en verde, rojo y naranja
como un flash que no puedo apartar de la memoria consciente de la retina
(parece contener en sí misma la respiración del universo,
tan violenta y tan en calma).
La imagen con la que sueño cada vez.
Adquiere movimiento, y yo, desde mi perspectiva, giro sobre mis pies a velocidad vertiginosa,
como si la contemplase desde un tren móvil en manos de la incertidumbre.
Pero al final llega una última sacudida
y todo se detiene:
el farolillo se apaga
y la sangre se derrama roja sobre el agua.
El grito se escucha, a lo lejos, y yo me despierto, aquí, en la celda.
Rojo sobre el agua.
La imagen con la que sueño cada vez.
Me despierto y todo es sangre
y no puedo borrar la quietud poética
del rojo sobre el agua
de la luz expandiéndose en hexágonos declamatorios.
Del rojo sobre el agua.
La imagen es siempre la misma
y se repite, en verde, rojo y naranja
como un flash que no puedo apartar de la memoria consciente de la retina
(parece contener en sí misma la respiración del universo,
tan violenta y tan en calma).
La imagen con la que sueño cada vez.
Adquiere movimiento, y yo, desde mi perspectiva, giro sobre mis pies a velocidad vertiginosa,
como si la contemplase desde un tren móvil en manos de la incertidumbre.
Pero al final llega una última sacudida
y todo se detiene:
el farolillo se apaga
y la sangre se derrama roja sobre el agua.
El grito se escucha, a lo lejos, y yo me despierto, aquí, en la celda.
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